Entrevista a Comisión AntiSida de Álava

En Nueva Fuera de Vitoria-Gasteiz, concretamente en el número 15 y a pie de calle, se encuentra una entidad que lleva muchos años contribuyendo al bien estar de las personas que, por diferentes motivos, están en grave riesgo de exclusión. Hablamos de la Comisión Antisida de Álava, una organización que lleva más de 30 años aportando al bien común de la ciudad y del territorio.

Hoy nos hemos querido acercar hasta sus oficinas para conocer su historia, su presente y su futuro de la mano de Ana Girón y Pilar Marijuan, dos personas que conocen bastante a fondo la Comisión.

¿Podríais resumirnos cómo se fundó la Comisión Antisida y su recorrido a lo largo de estos años?

La Comisión AntiSida de Álava se funda en el año 1987, coincidiendo con el boom del VIH y tres años después de que los primeros casos de SIDA se detectaran en Euskadi. Fueron unos años muy duros, en los que había muy poca información sobre la enfermedad que, golpeaba de manera especialmente fuerte a las personas que consumían heroína.

En esos tiempos había mucho desconocimiento, mucho miedo, y esa situación interpeló a un grupo de personas a hacer algo que sirviera, por un lado, para sensibilizar a la población sobre la enfermedad y, por otro lado, para apoyar al colectivo de personas afectadas por el VIH, en su mayoría gente muy joven. Era una situación muy dramática donde morían personas todos los días.

En aquellos momentos recibimos mucha ayuda desde los diferentes hospitales de la ciudad y a pesar del miedo que existía entre los profesionales de la salud estuvieron desde el primer momento haciendo todo lo que podían para intentar controlar y entender la situación.

Con el paso del tiempo y una vez superados esos duros y dramáticos comienzos, la entidad ha cambiado y evolucionado mucho, eso sí, siempre fiel a sus valores, objetivos y adaptándose a las necesidades de la sociedad.

En la actualidad, trabajamos con personas presas, con mujeres que ejercen la prostitución y con otros colectivos alaveses en riesgo de exclusión. Y aunque en un principio parezca que no hay una relación entre lo que hacíamos en los orígenes y lo que hacemos hoy en día, todo tiene un por qué. El que trabajemos con personas presas es porque hace 30 años el 40 % de la población reclusa tenía VIH. No había programas de intercambios de jeringuillas, y había un número muy alto de infecciones. Por eso nos planteamos entrar en los centros penitenciarios.

Así, en 1993 empezamos a trabajar con la gente que estaba dentro y arrancamos con programas de intercambios de jeringuillas e impulsamos también, programas de desintoxicación y de prevención del VIH. Sin embargo, al entrar en contacto con la realidad de las prisiones, nos dimos cuenta de que existían otras problemáticas. Por ejemplo, la de las personas presas que no podían disfrutar de permisos porque no tenían fuera a nadie de referencia.

Hoy en día, gestionamos tres pisos tutelados, en los que trabajamos la inclusión social haciendo una labor de acompañamiento y preparando a las personas usuarias para que cuando recobren la libertad tengan herramientas para reincorporarse a la sociedad de la manera menos traumática posible.

Lo cierto es que, a lo largo de estos años, hemos sido detectoras de necesidades. Cuando veíamos un área o aspecto que considerábamos sensible, planteábamos procedimientos o acciones dirigidas a dar respuesta a esas carencias.

Actualmente ¿en qué proyectos estáis metidxs?

Actualmente no nos centramos exclusivamente en personas con VIH. Nuestro trabajo se centra en los colectivos en riesgo de exclusión. En este sentido un área de trabajo, claro está, es el de la prevención de esta infección y el trabajo con las personas afectadas. Pero sin olvidarnos de otros colectivos en claro riesgo de exclusión como pueden ser las personas presas, aquellas que ejercen la prostitución, personas en calle, u otros colectivos igualmente excluidos.

Actualmente las principales áreas en las que trabajamos son la promoción de la salud y atención social al VIH, la inclusión social, la inserción social de personas presas y la formación y el empleo, desde el programa de inclusión laboral lancomi.

En cuanto al trabajo que realizamos de promoción de la salud y atención social del VIH hay que destacar diferentes servicios como el de apoyo psicológico y social, o información y asesoramiento. Pero quizás, la parte más visible de esta área es la casa de acogida para personas enfermas de sida, “Besarkada Etxea”. Este hogar, porque es más que una casa, fue el primer recurso de acogida que tuvimos y cuenta con 14 plazas. Está en el barrio de Arriaga y todo el mundo la conoce como la casa de Arriaga. Lleva funcionando desde el año 1995 y en su momento marcó un hito, ya que cuando que se supo que esa casa se abría en el barrio, hubo muchos problemas con los y las vecinas, por la alarma que generaba y el enorme desconocimiento que existía sobre el tema. Sin embargo, el trabajo que en ese momento se realizó en el barrio con asambleas e implicación de la parroquia, consiguieron que lo que en un principio era rechazo se transformara en colaboración e implicación. Hoy en día este hogar cumple 25 años y está completamente integrado en el barrio. Actualmente en esta casa no sólo se atienden a personas con VIH, sino que también abre sus puertas a otros tipos de exclusiones.

Otra área importante, como ya hemos comentado anteriormente, es el trabajo que se realiza con las personas presas. En este sentido y además de diferentes grupos de apoyo a este colectivo, desde Sidálava gestionamos tres pisos. Uno de ellos enfocado a internos varones con permisos de segundo y tercer grado o en libertad condicional o definitiva. Otro de los pisos está más enfocado a la incorporación social de estas personas a las que se facilita este espacio con el fin de posibilitar la incorporación social de los usuarios. El último de los pisos está dirigido a internos en segundo grado y su finalidad es la de favorecer la inserción y la vinculación a la comunidad.

Por último, hay que destacar el área de exclusión social, dirigida a esas personas en situación de vulnerabilidad y exclusión social. Es aquí donde se enmarca el trabajo del equipo de educación HURBIL, el centro municipal de Día “Estrada “ y el programa de apoyo “pisos tutelados” que buscan garantizar un hogar estable y seguro a aquellas personas que están en un proceso de superación de situaciones de marginación.

¿Y a futuro?

El futuro se ve con muchos cambios por muchos motivos. En primer lugar, porque la asociación va cambiando, la pandemia ha cambiado y acelerado ideas que las Instituciones tenían y, por ejemplo, los convenios que teníamos cerrados con las instituciones quieren convertirse en licitaciones por el tema de la transparencia. Esto va a significar nuevas maneras de funcionar que, sin duda, generan, como mínimo, incertidumbre.

Cambios también se prevén en el mundo penitenciario. Estamos en un momento histórico que es de la transferencia de las competencias penitenciarias, y esto posibilitará que el Gobierno Vasco habilite recursos sociales, a la vez que la Diputación que, hasta ahora se encargaba de financiar temas relacionados, pasa a un segundo plano y deja que sea Gobierno Vasco quien vaya posicionándose.

Mientras, nosotras estamos en el medio, esperando a ver de qué manera se produce ese traspaso. Estamos en un momento de bastantes cambios.

¿Cómo estáis viviendo y cómo os ha afectado la pandemia?

La pandemia ha acelerado muchas cosas. Lo puso todo patas arriba. Pero también es verdad que la Comisión Antisida, por el perfil de usuarios que atiende, no se ha podido permitir el lujo de parar su actividad.

Marzo de 2020 fue una locura, pero a la vez nada cambió porque teníamos que seguir estando en la calle y gestionando los recursos. Había que seguir acogiendo a las personas de calle, a esas personas presas, y también a las personas que ejercen la prostitución y que de repente se encontraron sin trabajo. La situación era muy complicada, ya que muchas personas acudían diciendo que no podían pagar el alquiler o la comida.

Nos veíamos con todo patas arriba, sin saber qué iba a pasar, pero con más necesidades si cabe. Se producían además situaciones de lo más curiosas, porque todas las personas teníamos que estar todo el mundo en casa, hasta las personas que no tenían casa.

 Sin embargo, aterpe estaba diseñado para una situación prepandemia, con una ubicación y estructuración de espacios y de camas que no era el que se requería en ese momento. También es cierto que las instituciones se pusieron las pilas rápido y eso fue un respaldo importante, ya que aterpe se reorganizó para cumplir con las medidas y protocolos establecidos, de separación, de espacios o de limpieza.

 En definitiva, todas terminamos adaptándonos, instituciones y equipos. Lo prioritario era atender a las personas que nos necesitaban.

La oficina se adaptó  también para poder atender a las personas de otra manera, ya que llegaba hasta más gente de lo habitual. De la noche a la mañana las mujeres que ejercían la prostitución se quedaron sin dinero, no les daba para pagar el alquiler, para hacer compras, no tenían ni para pasar el día. Alguna de las personas con VIH que atendemos, personas que trabajan en la llamada economía sumergida, de un día para otro se quedaron sin ingresos y la gente no tenía para comer.

En este contexto, el Gobierno Vasco lanzó una iniciativa para recoger las necesidades que se nos planteaban a las entidades y a partir de ahí ver qué se podía hacer para solventarlas.

De todas las iniciativas que sacó nosotros hemos participado en la de Azken Sarea Indartzen, que básicamente es un programa de ayudas económicas a personas que debido al COVID han visto agravada su, ya, de por sí difícil situación.

En definitiva, creemos que no lo hemos vivido mal, ha sido duro, difícil, pero también han salido cosas bonitas y buenas.  A destacar la solidaridad entre personas, gente que no se conocía, pero se ofrecía a ayudar y a colaborar.

¿Qué aporta Aisa a una organización como la vuestra?

Formar parte de una red como AISA siempre aporta cosas positivas. Ahora es momento de negociación del convenio del Tercer Sector en Álava, y poder encararlo desde AISA ayuda a que el proceso sea mucho más fácil para las entidades que conformamos la red. El intercambiar maneras de pensar, de ver, de organizarse, saber cómo lo hacen otras entidades es muy enriquecedor.

En los meses duros de pandemia, por ejemplo, cuando los protocolos, leyes y decretos eran modificados un día sí y otro también, era una tranquilidad poder contar con una organización que nos aclarará pautas y nos ayudara a solventar las dudas.

Juntas somos más fuertes y podemos hacer más cosas.

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