Entrevista a Fundación HURKOA Fundazioa

Fundación Hurkoa Fundazioa es una entidad que lleva más de 30 años atendiendo, tutelando y defendiendo los derechos de las personas mayores o con enfermedad mental que se encuentran en situación de fragilidad, dependencia o desprotección en Gipuzkoa.

A lo largo de su andadura, la entidad a atendido a más de 6000 personas y ha asesorado a casi 4000 familias. Andikona Uriarte, adjunta a la gerencia, ha tenido la amabilidad de contarnos de primera mano la historia de la entidad, los servicios que prestan y los retos que tienen por delante.

¿Nos podrías contar cuáles fueron los primeros pasos de Hurkoa y su recorrido hasta el día de hoy?

La Fundación Tutelar Hurkoa nace en 1990 impulsada por Cáritas que en ese momento tenía un departamento de atención a personas mayores pero que debido a sus dimensiones, no llegaba a cubrir todas sus las necesidades de un colectivo cada vez más amplio.

En un principio, Hurkoa se centra en la atención, defensa y protección o tutela de las personas mayores que como consecuencia de una enfermedad, normalmente cognitiva, van perdiendo la facultad de autogobernarse.

En 1999 se nos ofrece la gestión de los centros de día que Cáritas tenía en Donostia y que estaban dirigidos a personas mayores. Este servicio lo seguimos prestando en la actualidad en el centro de día Nuestra Señora de las Mercedes en el barrio de Gros. Un centro con 62 plazas, que está abierto de lunes a domingo, con un horario muy amplio y que cubre las necesidades de las familias que quieren atender a sus familiares mayores en el domicilio, pero necesitan de este recurso de apoyo. Tras más de 30 años funcionando, este centro se ha convertido en un referente en el cuidado de personas mayores dependientes en Gipuzkoa.

Hacia el año 2000 nos damos cuenta de que el colectivo formado por personas con enfermedad mental está viviendo y sufriendo la misma situación de desprotección. Se trata de un colectivo muy grande con personas con enfermedad mental grave que han perdido la capacidad de autogobernarse y necesitan un servicio de apoyo y de tutela.

Desde ese momento, se comienza a atender también a este colectivo. Personas mayores y/o con enfermedad mental que normalmente están solas y que no tienen entorno familiar que pueda apoyarles o, cuando lo tienen, ese entorno familiar no puede implicarse, por diferentes circunstancias.

Del mismo modo, también detectamos la necesidad de abrir un servicio de apoyo a las familias que deciden atender y tutelar a sus familiares. En nuestra sociedad, la protección de la familia está muy arraigada y la familia es muy protectora y cuidadora. Hay familias que están dispuestas a eso, pero necesitan asesoramiento, apoyo.

Hablamos de un procedimiento judicial que comienza en un juzgado civil de primera instancia y es el juez el que decide si esa persona puede gobernarse por sí misma o si por el contrario necesita ser tutelada o representada.

Al mismo tiempo, asesoramos e informamos a las personas, mientras están en pleno uso de sus facultades, para que dejen establecidos legalmente sus deseos, gustos y preferencias (cómo quieren ser atendidos, dónde quieren vivir, …)

Atención a la fragilidad es otro servicio que hemos puesto en marcha últimamente. Está dirigido a personas que se van haciendo mayores y por una falta de apoyo familiar y por estar solas, empiezan a necesitar una serie de apoyos más puntuales. Alguien que los acompañe y les ayude a realizar cierto tipo de gestiones (bancarias, médicas, trámites con las administraciones…).

Antes de lanzar el servicio de atención a la fragilidad, hicimos un estudio sobre la situación de la fragilidad en Gipuzkoa, para ver la dimensión y resultó ser enorme. Además, estas necesidades, normalmente, quedan fuera del ámbito de la atención dentro del reparto competencial de Diputación.

El proyecto piloto lo lanzamos en Irún y ahora, a través de subvenciones y convenios con Adinberri y la Diputación Foral de Gipuzkoa, estamos atendiendo en Pasaia, Arrasate y Azkoitia.

¿Qué retos os planteáis en el corto-medio plazo?

A día de hoy, y con vistas puestas en el año 2022, uno de nuestros principales retos es el de adaptarnos a la reforma civil y procesal que implica la Ley del 3 de junio de 2021 que entró en vigor el 3 de septiembre.

Esta ley lo que viene a decir es que todas las personas tienen la misma capacidad jurídica y que ya no existen personas a incapacitar. Eso hace que desaparezca la tutela, tal y como hasta ahora la conocemos.

Lo que se viene a decir es que todas las personas tenemos la misma capacidad jurídica, ya no distinguimos entre capacidad jurídica y capacidad de obrar. Todo el mundo es titular de sus derechos y obligaciones. Sin embargo, hay personas con alguna “discapacidad”, concepto amplísimo y ambiguo, que pueden necesitar de apoyos adecuados a su situación.

Con esta nueva legislación se pone en primer plano la priorización, ante todo, de los gustos, deseos y preferencias de las personas. Hablamos de medidas totalmente voluntarias, la prioridad es el respeto a la voluntad de la persona. La herramienta deja de ser la tutela y cobra importancia especial la “guarda de hecho” y los poderes notariales.

La reforma nos supone un gran reto. En estos momentos tenemos 380 personas tuteladas. Tenemos que revisar todas las tutelas que ejercemos y si éstas pasan a configurarse como curatelas representativas o a otra tipología.

En este punto, me gustaría aclarar el concepto de tutela o lo que la tutela ha representado hasta 2021. La tutela siempre la acordaba un juez, en base a una enfermedad física o psíquica permanente que limitaba la capacidad de autogobierno. Sólo en base a esa enfermedad se podía acordar que alguien tutelara o representara o sustituyera a una persona que no podía valerse.

La tutela tenía que ser el traje a medida que la persona necesitara. Una tutela que se adaptara a las particularidades de la dependencia de cada persona.

En Hurkoa siempre hemos sentido el tutelaje como algo muy centrado en la persona y en sus necesidades y particularidades. El tutor normalmente lo que hace es representar o sustituir en tres ámbitos importantes de la vida: es el que organiza los cuidados, administra el patrimonio y se responsabiliza de las gestiones extraordinarias.

Trabajamos en equipos interdisciplinares, cada persona es atendida por un equipo compuesto por un referente social, un referente administrativo y luego tenemos un referente jurídico.

Tras la puesta en marcha de le ley, disponemos de tres años para adaptar las medidas a la nueva legislación y mientras, hay que seguir ejerciendo todas las tutelas que como si fueran curatelas representativas. Cuando las tutelas que tenemos se nos conviertan en curatelas representativas seguiremos representando, atendiendo y respetando la autonomía, la voluntad, los gustos y las preferencias de las personas usuarias.

El problema va a surgir cuando alguna de las tutelas que tenemos no se reconozca como curatela representativa y se deje a la persona decidir qué acompañamiento quiere y cuál no. Esto, nos parece un problema en casos de enfermedad mental grave ya que en momentos de crisis o descompensación van a realizar actos que les van a perjudicar a ellos/as y a su entorno.

Otro de los retos importantes que tenemos es el de la mejora en la atención a la fragilidad. Este servicio tiene muchas posibilidades de crecer ya que el colectivo al que se dirige es muy amplio y por el momento no conocemos que exista ni administración, ni entidad, ni agente social que atienda a estas personas, en los términos en los que lo estamos haciendo.

En el centro de día Nuestra Señora de las Mercedes, el reto es la mejora continua. Apostamos desde hace años en poner el foco de atención en la persona. Centrar en la persona y sus necesidades particulares los planes de atención. A nivel sectorial, estamos pasando de un modelo basado en una atención centrada y pensada en las necesidades de la institución a un modelo centrado en la persona. Esto requiere un cambio de filosofía y de mentalidad.

¿Cómo estáis viviendo en la entidad todo lo que ha implicado e implica la pandemia?

Al principio lo vivimos con sorpresa, pero no quedaba otra que adaptarse a las necesarias restricciones y cambios de normas y protocolos. Era un ambiente bastante incierto.

Hemos vivido muy de cerca la crisis de las residencias y las consecuencias de la misma. Los centros residenciales han estado en el punto de mira y se ha cuestionado el modelo de atención.

Las personas mayores han sufrido en determinados momentos de la pandemia más limitaciones que el resto de los ciudadanos que podíamos decidir si salíamos o no salíamos, si comíamos con un familiar o no. Hemos gestionado desde la hiper protección, pero por ese efecto de la primera ola.

Todavía hoy, las personas mayores que viven en residencias tienen una vida, unos derechos más limitados que un ciudadano de la misma edad que pueda vivir en su domicilio. Se ha priorizado lo físico y lo psicosocial se ha abandonado. Y parecido ha pasado con las personas con enfermedad mental. Desde la enfermedad mental, al principio entender las limitaciones resultó difícil, duro.

El centro de día se cerró en la primera ola y para las familias que estaban atendidas y necesitaban el servicio fue un impacto muy duro. Hemos creado burbujas, aumentado ratios, pero ha supuesto un sobrecoste importante.

¿Cómo valoráis vuestra participación en Hedatzen?

Lo contemplamos como algo totalmente necesario. Compartes conocimiento, resuelves dudas, te ayudas, te apoyas y como sector necesitamos apoyarnos. Somos muy diferentes y diversas. Cada una hacemos una cosa distinta, dependemos de diferentes administraciones. Nuestras fuentes de financiación son muy diversas, no hay una única tarifa. Pero por muy heterogéneas que seamos necesitamos unir fuerzas.

Si en el terreno de las relaciones laborales queremos hacer incidencia ante diferentes agentes es imprescindible unirnos como sector y ejercer una representación que dé voz a las necesidades e inquietudes de las entidades y que tenga como objetivo el reconocimiento del propio sector.

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